8 de julio
DF.- El Servicio Meteorológico Nacional pronosticó una fuerte tormenta sobre el Valle de México. Quizá por eso ayer, desde el alba, el viento frío sopla amenazador y son pocos los peatones en torno a la sede del Instituto Federal Electoral, una de las instituciones más vigiladas en el País.
Decenas de oficiales de vialidad cierran los accesos de
la sede del árbitro electoral y, los que mantienen desde hace días una reducida
protesta a las afueras del recinto, dormitan con sus pancartas a un lado.
Adentro, los primeros reporteros que llegan a la jornada
en la que se dará a conocer de manera oficial el nombre del ganador de la
contienda presidencial entran arrastrando pies a la inmensa sala de prensa
montada al lado de las oficinas centrales del IFE y en la que hay pantallas
inmensas con la nueva geografía del poder en México. Más de lo mismo, diría
alguno.
Alguien pone en el sonido ambiente "You shook me all
night long", de AC/DC, y algunos lo toman a broma y hasta profético.
Todavía un día antes, en 28 ciudades, hubo protestas simultáneas en torno al
hombre que será declarado el candidato con más votos, Enrique Peña Nieto, pero
que de acuerdo a sus opositores no ganó de manera limpia: la presunta compra de
la Presidencia ha sido la nota y seguramente será el estigma en los próximos
seis años.
Poco antes de las ocho, llega Leonardo Valdés a la sala
de sesiones del organismo. Sonrisas. Al consejero presidente se le hace cada
vez más un copete a la Peña y nadie le dice nada. Está contento: pese a las críticas, cree que ha cumplido, aunque
el cansancio es visible. Tras 96 horas de recuento, que terminaron a las 4:30
horas, él y su gente lo que han de querer es irse a dormir.
“El
siguiente punto del orden del día es el relativo al informe que presenta el
Secretario Ejecutivo sobre el resultado de la sumatoria de los resultados
consignados en las actas de escrutinio y cómputo para la elección de Presidente
de los Estados Unidos Mexicanos por partido político y candidato”, comienza a
leer el secretario Edmundo Jacobo Molina y Valdés da la anuencia. Aquello es un
protocolo casi de La Tremenda Corte.
Hay quorum. Veintitrés consejeros y representantes,
acomodados a lo largo de la mesa de herradura, con macetas y plantas sin chiste
al centro, y en torno a los cuales está sentado el mundo de asesores. Uno de
ellos, al entrar a la sala, suelta entre risas la única verdad contundente de
la mañana: “Anunciar ganador de una elección presidencial a las ocho de la
mañana es hasta antidemocrático”. Casi.
Los consejeros y representantes, a los que pareciera
fascinarles posar para las cámaras de los reporteros, tienen frente a ellos
ejemplares nuevos del COFIPE y la Constitución que dan la impresión de no haber
sido abiertos nunca. Ahí están Sebastián Lerdo de Tejada y Fernando Castro
Trenti, sonrientes, el primero, priista de retórica abrumadoramente aburrida al
que le gana la adicción por el cigarro, por lo que constantemente sale a fumar,
y, el segundo, senador que chapulineará a diputado. No cambian.
Del otro lado, los fieles de la balanza en la aplanadora:
Jorge Herrera y Sara Castellanos, del Verde, y Luis Antonio González y Roberto
Pérez, del Panal, ente que permitirá la mayoría legislativa. A los demás, del
PT, PRD, PAN y Movimiento Progresista, ni quién les quite las caras de derrota.
A las 8:32 se dan las cifras oficiales: Peña es el
ganador con el 38.21 por ciento de votos (19 millones 226 mil 784 sufragios);
AMLO, con el 31.59 por ciento (15 millones 896 mil sufragios); Josefina, con 25.41
(12 millones 786 mil 647 votos) y a Quadri ni quién lo pele: obtuvo casi 100 mil
votos menos que los anulados.
En cinco minutos, el IFE da el resultado de la que
califica como la jornada electoral más grande en la historia de México. Los
consejeros advierten, sin embargo, que la elección aún no concluye y que se
abre el periodo de impugnaciones.
Empieza así el intercambio entre consejeros. Si con los
del IFE las participaciones culminan con el viejo “Es cuanto”, término para dar
a entender que finalizan su mensaje, los de los partidos inconformes con la
postura del Instituto hacen de la fresca mañana una jornada de más de cuatro
horas en la que no salen del mismo punto: hubo inequidad. Uno de los primeros
en lanzar puyas contra el Instituto es Herón Escobar, del PT, quien dice que hoy
el IFE está en proceso de nombrarse “Instituto del Fraude Electoral”.
La presunta compra de votos por parte del tricolor y la
inacción del IFE predominan en la discusión. Pablo Gómez, del PRD, de plano no
aguanta y se sale. Lerdo, del PRI, bebe compulsivamente café (se aventaría seis
tazas) sin dejar de alzar cejas, acariciarse el bigote y sonreír con cinismo
ante los argumentos de la oposición. Los del Verde muestran servilismo al
triunfo de Peña. De hecho, el obeso consejero Herrera camina presuntuoso en la
sala con celulares en mano. Demuestra fastidio y, como la mayoría, no deja de
bostezar y pitorrearse de las participaciones de los inconformes.
Ricardo Mejía, de Movimiento Ciudadano, pide sancionar
los supuestos convenios millonarios de gobernadores priistas con Soriana para
repartir tarjetas en pleno proceso electoral, además del escándalo Monex.
“Sólo en el Estado de México se distribuyeron un millón
800 mil tarjetas, que representan mil 500 millones de pesos en tarjetas que van
de 100 a mil 750 pesos.
“Sería el colmo, para nuestra erosionada democracia, que
ahora haya quien pretenda comprar el Ejecutivo Federal mediante prepago;
tarjetas prepago para comprar la Presidencia de México. No se puede permitir
esta vergüenza nacional”.
Los del PRI y el Verde sonríen tras voltear la discusión
y decir que no es justo que la oposición quiera modificar “el mandato ciudadano”
(“menos adjetivos y más pruebas”, piden). En tanto, el consejero del IFE Marco
Antonio Baños, acusado de reunirse con priistas previo a la elección, también sonríe
y no deja de pasear y sentarse con quien se deje para conversar. Los únicos que
no se mueven, ni para ir al baño, son el consejero presidente Leonardo y su secretario
Edmundo, a quienes ni se les ve comiendo de las rodajas de manzana, pasas con
chocolate y nueces de la India con los que el pleno entretiene el hambre.
De hecho, el highlight de la tediosa sesión es cuando el
representante del PRD Camerino Márquez le dice a Baños que el proceso quedará
sujeto a la valoración histórica y al comportamiento público de cada uno de los
que están ahí presentes, como aquellos que ensuciaron el proceso asistiendo a
cenas privadas para cabildear y tener actitudes a favor de candidatos y precandidatos.
Dolió.
“Sí, a esa valoración de la historia me atengo, como
usted también se va tener que atener a lo que ha dicho aquí, porque usted viene
y descalifica una elección y no demuestra absolutamente nada”, responde Baños,
bravío, y sigue comiendo rodajas de manzana con la boca abierta.
Tras más de cuatro horas, decenas de tazas de café y 150
mil caracteres de versión estenográfica, los consejeros y representantes
concluyen la sesión del resultado predecible.
Herón, del PT, no quiere partir sin hacer numerito y muestra
la portada de una revista de circulación nacional donde se ve a un Peña
jubiloso sobre un enfático encabezado: “Elección Comprada”.
Los del PRI y Verde entrecierran ojos con suspicacia y se
burlan frente a él. Al salir del edificio, los primeros bromean con el chispeante
petista.
“Es que ya ni la chingan, cabrones”, vacila el legislador.
“Te vamos a enviar Vértigo y Playboy”, le dice un priista,
socarrón.
“¿Y ahí sale Elba?”, contesta el del PT, lo que provoca
risotadas en la bola.
Si como vacilaran, sesionaran, quizá otra democracia
tendría México. Ahora, a vivir el circo de las impugnaciones y el doble
discurso. Será el 6 de septiembre cuando México tendrá presidente electo. “Es
cuanto”, pues.
Hasta entonces, el país contemplará un show que, se
espera, sea acaso el tibio anticipo de lo que será el siguiente sexenio.
Y no, no hubo tormenta. Quién sabe en otros lados.