jueves

El regreso de las grandes bandas


1 de julio
DF.- La última vez que el PRI festejó un triunfo presidencial en la sede de su Comité Ejecutivo Nacional fue hace 18 años, con Ernesto Zedillo. Ayer, el PRI abrió, con un gris festejo, lo que parece irrefrenable: su regreso al poder.

Los preparativos en la enorme manzana ubicada entre Insurgentes, Buenavista, Ferrocarrileros y Luis Donaldo Colosio, inician el viernes. Los empleados van y vienen colocando vallas por todas partes, en tanto medios de comunicación madrugan buen lugar para sus transmisiones en vivo.
Para el domingo, tres grandes carpas blancas son colocadas por manos rápidas en el estacionamiento del tricolor. Los empleados corrían presurosos y sonrientes. Todos les decía que, al fin, después de dos desoladas elecciones presidenciales, la fiesta volvería a ellos.

“Todo fue la unidad”, advierte un empleado fiel al PRI. “Lo que no tuvimos en años anteriores, ahora lo tuvimos. Por eso ganamos. Por eso ganó Peña Nieto”.
En la tarde, ya con el CEN del PRI convertido en un bunker, comienzan a llegar los primeros grupos de simpatizantes, muchos con playeras rojas que incluso iban sacando de bolsas de plástico, otros con tambores. Nadie de las antiguas fuerzas vivas del priismo, puro acarreado sin identidad. Ellos disfrutarían durante las primeras horas de la tarde la música de banda sinaloense, a cargo de Julio Preciado.

“No, este güey canta las chingonas, las de las grandes bandas”, dice Pedro Hernández, de Cuajimalpa y que llegó acompañado por su hermano.
“Nomás de oírlas uno se siente con madreee”, sonríe como aliviado mientras escuchaba las canciones, algunas vulgares.

En el PRI, el regreso no es sólo de éxitos de grandes bandas musicales, sino de la victoria al interior del partido, luego de que las casas encuestadoras, más tarde el IFE y el Presidente de México le dan la ventaja a Peña en las elecciones. En la inmensa sala de prensa, la mayoría de los reporteros celebran el avance del priista. Otros se miran casi hasta asustados.
“Ahora sí que cuando México despertó el dinosaurio todavía estaba ahí”, expresa uno, parafraseando a Monterroso.

Por todas partes se ven priistas con chamarras de Peña Nieto palmeándose las espaldas, fumando. En tanto, en sus conferencias, Pedro Joaquín Coldwell, Luis Videgaray y Miguel Ángel Osorio Chong se aprecian plenos, pausados en su hablar los dos primeros.
“Ahora sí que el regreso de las grandes bandas”, comenta uno de los asistentes, irónico, al referirse a la música de banda, pero también a lo que harían ahora los priistas, 12 años lejos del poder presidencial.

Ya sin música y luego de que los simpatizantes le silbaran y mentaran la madre a AMLO cuando éste apareció en pantallas gigantes y reconociera su desventaja, Peña llega al templete frente a decenas que, sin embargo, no alcanzaron para llenar el sillerío ni tampoco ondean con fuerza las banderitas de México. Al fin, el último mitin.
Al término del corto y superficial mensaje del virtual ganador de una contienda que no estuvo exenta de denuncias de acarreos, obsequios y demás irregularidades, los organizadores sueltan en la música ambiente “Cielito lindo”.

Ese curioso escuchar, después de la música de banda, el estribillo “¡Ay, ay, ay, canta y no llores, porque cantando se alegran, cielito lindo, los corazones!”. Quizá hasta profético.
Peña, mientras tanto, suelta besos, sonríe ante las cámaras de televisión y posa frente a celulares.

“De mí te acuerdas: seis años más de campaña”, advierte un priista, venido de un estado del norte, en tanto veía al ganador en las pantallas gigantes instaladas a los lados del templete.
Al poco, el candidato se va con su música fastidiosa, los simpatizantes huyen y el espacio se vacía.

El show al fin ha terminado.

FOTO: CNN