domingo

Cátedra entre pirrurris


3 de mayo

MONTERREY.- Hace seis años, muchos de ellos se tragaron la píldora de que Andrés Manuel López Obrador era un peligro para México. De hecho, si alguien hubiese afirmado que el candidato de la izquierda, un sexenio después y en una nueva contienda, sería recibido entre ovaciones por estudiantes del Tec de Monterey, habría sido juzgado de ingenuo y, su dicho, un disparate.
Pero apenas pisó ayer el Auditorio Luis Elizondo, el aspirante presidencial -flanqueado por el fundador del PT Alberto Anaya y por el empresario Alfonso Romo, la izquierda y la derecha juntos- fue aclamado por cientos de jóvenes que llenaron este recinto.

“¡¡Presidente, presidente!!”, corearon los muchachos y el caudillo tropical, de traje oscuro y corbata amarillo, alzó los brazos y arrendijó los ojos. Se veía contento. También sorprendido.

Hace semanas, Gabriel Quadri tuvo de público la mitad del auditorio. Por su parte, Josefina Vázquez Mota lo llenó, pero la increparon en varias ocasiones y los aplausos no fueron estruendosos. Enrique Peña Nieto no aceptó la invitación.

Ya en el escenario, AMLO agradeció emocionado el interés por su movimiento que, dijo, promueve la renovación de la vida pública de México.

“Ya no podemos continuar con lo mismo”, advirtió en su charla, sin ese gesto adusto y poco amigable que suele tener. “Si sigue este régimen no vamos a encontrar la salida ni como pueblo ni como nación”.

Andrés Manuel habló de renovar al país no sólo por razones de índole moral sino para alcanzar el desarrollo. Si no se combate la pobreza y la desigualdad, aseguró, seguirán las manifestaciones por la frustración que produce la pobreza y la desigualdad.

“La violencia en México se originó por la falta de desarrollo y por la corrupción imperante. No es que los mexicanos seamos malos por naturaleza o que nacemos por vocación delictiva. Son las circunstancias”.
Sentenció: “La paz es fruto de la justicia. Para serenar al país, justicia y honestidad.

Los estudiantes escuchaban atentos al patriarca de Macuspana, sin remolineos en el asiento ni bostezos. Asentían. Incluso, aunque están en exámenes finales, los chicos se quedaron. Más tarde les dirían que sus pruebas serían reprogramadas.
Transformación en todos los órdenes, continuó. Se limpiará la corrupción de arriba para abajo, se reducirán a la mitad los sueldos y se ajustará el cinturón al gobierno “faraónico”, que del presupuesto total gasta el 60 por ciento en gasto corriente. Aplausos atronadores.

“Ahora se escucha que mejor regrese el PRI, porque ellos roban pero dejan robar”, sonrió, “pero eso es lo que han querido los malos gobernantes, que aceptemos la cultura de la corrupción”.
Vuelve al tema de la inseguridad: el gobierno le dio un garrotazo a lo tonto al avispero y empleó a un Ejército hoy socavado. Ahora, en tanto no se depure la policía, la milicia no volverá a los cuarteles. Pero habrá de hacerlo.

Empujón al Gobernador Rodrigo Medina: de ganar, la sede de la república será Nuevo León cada 15 días. Los chavos celebran como nunca. Se percibe en el aire el rechazo al mandatario estatal por lo menos en esa universidad de chicos que, en teoría, no carecen de lo básico. Los “pirrurris”, pues.

AMLO, el hombre que suele dar besos tronados a los chiquillos en las mejillas cuando le piden fotos o lo felicitan por su lucha, dejó su tono testarudo cuando alguien le preguntó qué opinaba de las nacionalizaciones en Argentina y Bolivia: “No vamos a privatizar más ni vamos a expropiar. Yo no hubiera nacionalizado de la manera como lo han hecho, pero en nuestro país no hubiera permitido que hubieran entregado tantas concesiones de oro, plata y cobre: 50 millones de hectáreas, el 25 por ciento del territorio nacional, ha sido concesionado.

“Ni en la época de Díaz se enajenó tanto suelo patrio”.

Que a esas mineras, sobre todo canadienses, les pedirá pagar impuestos, dijo. Exhibió de nuevo a Wal Mart: con tantas ganancias apenas si paga impuestos. Andrés Manuel no paró de dar cifras de lo que sería de este país con él y sus políticas de ahorro. Cada medida era respondida con aplausos.

Los chavos le cuestionaron por Elba Esther Gordillo y dijo que lo de él no era nada personal. Que simplemente, desde la Presidencia, no habría apoyo alguno.
“Yo no quiero enemigos ni quiero tenerlos. Tengo adversarios”, aclaró.

Alguien le preguntó qué cuál era la diferencia entre el AMLO del 2006 y el de ahora. Que qué les diría a los que no lo apoyaron entonces… Como muchos de los que ahora le aplaudían.

“Uno en la vida siempre está aprendiendo”, reflexionó. “Han pasado seis años y ahora conozco mejor al país, he recorrido todos los municipios de México y he recogido los sentimientos del pueblo.

“Conozco más a la gente”.

Aplausos a rabiar. “¡Qué cátedra se aventó Andrés Manuel!”, expresó un estudiante y sus amigos y corren despavoridos, con maestro incluido, en busca de una foto: “¡Es un honor estar con Obrador!”. Dicen que es la primera vez que gritan eso.

Despiden al de Macuspana Tatiana Clouthier, hija de Maquío, y Fernando Canales Stelzer, hijo del ex gobernador panista de Nuevo León. Pareciera que comerá con “machuchones”, como les llama a los ricos, en este caso con amigos de Alfonso Romo, pero no: huye raudo al aeropuerto.
“Nos fue increíble”, cuenta en corto José Ramón, hijo del candidato. “Diez veces mejor que hace seis años”.

Los adversarios de su padre, en cuarto de guerra, seguro piensan lo mismo.

FOTO: MILENIO