Los críticos que nunca sonríen dirán qué se le va a hacer:
La poesía de los otros no es lo mío. Tampoco los otros.
Nos aferramos al sol, pero éste no existe.
Cierro los ojos en mitad de una estación siniestra, hoy es el día
en que debía perder la vida en otra vida, el oscuro territorio
sin mapa ni imaginación. Nada nuevo bajo el sol, quiero decir.
Un espanto, una quiniela no cumplida, un blues bajo la lluvia,
ésa que de niño me hacía llorar pensando que ya era el fin.
Y me repito que le temo a la muerte, que no es la forma
de irse de la vida, uno no puede morir y ya, dejar todo a medias,
inconcluso, desprovisto de palabras, nuestras, de otros para nosotros.
Uno no se puede ir así como así, insisto. Uno no puede salir de escena
sólo porque a alguien superior se le da la gana. Dirán los poetas
cínicos
que la muerte es muerte, que ya debiera uno saber de esto, que qué más
da
uno menos, pero no es tan sencillo desaparecer completamente.
Queda la nada: la nuestra.