domingo

El regreso del patriarca

16 de abril


DF.- Ahí va de nuevo. En su primer mitin en la Ciudad de México como candidato presidencial por segunda ocasión, Andrés Manuel López Obrador ya no cuida formas: entra desfajado, menos radical, muy sonriente.
El aspirante de izquierda saluda a la multitud congregada en la explanada de la Delegación Venustiano Carranza. Por tener enfrente al mesías de Macuspana, nadie nota las visibles cagadas de pájaro en la estatua del Barón de Cuatro Ciénegas.

La tarde estalla en miles de papelitos amarillos. Desde abajo, con una manta enorme en favor del candidato, lo contemplan Javier Zamora y Román Hernández Contreras. Ambos, de 50 48 años, respectivamente, mueven con frenesí los palos que sostienen la manta desde sus sillas de ruedas. A Javier hace 18 años le dieron tres disparos en una pelea, uno de ellos en la médula ósea que lo dejó sin movimiento. El segundo cayó hace poco de una altura de siete metros en una obra de construcción.
A los dos los trajeron acarreados de la Magdalena Contreras. Román talla madera y le nacen de sus manos unos santos altivos y gordos. El segundo no hace nada, pero le dan “una feria”, cualquier cosa, para medio llevarla y mantener a sus hijos.

Los dos forman parte de la Asociación para la Integración de Personas con Discapacidad, organismo cooptado por el perredismo local para apoyar a AMLO. Al ver a éste en el escenario, al frente de buena parte de su gabinete, añejo si les ven las canas a los ministros prometidos por el candidato, los hombres sonríen ilusionados.
Sí. AMLO está de nuevo en campaña en el DF.

En la explanada hay un avión enorme como símbolo de que la delegación hospeda al Aeropuerto Internacional. De hecho, la oratoria pausada de AMLO, como si tuviera hipo (Guillermo Sheridan dixit), es ensordecida por las turbinas de los aviones que pasan a cada momento. En la escalinata de la aeronave, un Hidalgo inmóvil y de estandarte bien hecho contempla a la masa en la que predominan los banderines del PT (muchos de los del PRD están arrinconados casi atrás del escenario). El Hidalgo es Pepe Ortiz. Apoya al PRD, no a AMLO, y suele cobrar por posar en fotos en el Zócalo, Bellas Artes y la Madero.

“Tengo la edad en la que murió Hidalgo”, dice y se echa chispitas de una loción Fraige que huele bastante. “Hidalgo debe oler, chupar bien… y coger bien”, asegura. Y estalla en carcajadas.

Los simpatizantes de AMLO. Otros comen huevos duros con limón y salsa, fritos, merengues y gaznates, como los que vende José Luis Alcántar, de Xochimilco, un tipo que cada que AMLO manotea, sobre todo cuando habla de los que están “zopiloteando” sobre PEMEX, chasquea con la lengua y grita “puras mamadas”.
“¿Para qué vienes entonces, cabrón”, le reprocha uno, en tanto una mujer le advierte que no le comprarán nada.

“No necesito que me compren nada, pinches acarreados. ¿Cómo le creen a ese? Ya fue jefe de gobierno, ya compitió por la presidencia. ¡Qué más!”.
La gente lo ignora, pero en realidad si uno camina por un mitin de AMLO percibirá en momentos el mismo desencanto. No en su mayoría, la gente cree poco o nada, o si cree en sus ideas no cree que ganará la Presidencia.

AMLO, por el contrario, está renacido. Llega aleteando al final del mitin, dice lo mismo de siempre y se despide con los brazos en alto.

El empresario Alfonso Romo, quien se estrena en un mitin del tabasqueño, habla de la honestidad del perredista, de su amor por la gente, de sus ideas. De que los empresarios ahora sí le creen.

“Estoy conmovido”, afirma y contempla a la multitud a la que hace seis años atrás, como muchos, no vio o no quiso ver.

AMLO se va. Deja en el aire una nueva puya contra Peña. Si hace días se la pitorreó calificándolo de “señoritingo”, ahora le dice “producto chatarra” que quieren introducir en el mercado como telenovela.

“Siempre voy a estar a la altura de ustedes y no los voy a traicionar”, reitera y la gente le aplaude. Lo quieren en su regreso. Al patriarca que vino del manglar a la capirucha.

“Ojalá no nos olvides cuando llegues a presidente”, musita una chica de pantalón ajustado y ombligo de fuera. Y se van todos.