1 de junio
GÓMEZ PALACIO.- Se acababa de ir la lluvia lagunera, ese fenómeno terroso
que suele cubrir Gómez Palacio y que viene del norte para barrer aún más con la
ya de por sí barrida ciudad duranguense, pródiga en industria e inseguridad,
cuando arribó Enrique Peña Nieto al Centro de Convenciones Posada del Río.
“Podrían prender el aire, hace calor”, pidió el candidato
del PRI a la Presidencia. Lo acompañaba su esposa, la actriz Angélica Rivera.
La reunión fue con empresarios laguneros: Alonso Ancira, de
Altos Hornos; Fernando Alanís, de Peñoles, entre otros, de acuerdo al equipo de
prensa. No parecía que tal alcurnia estuviese en aquel saloncito, al que por
cierto le quitaron sillas porque muchos no llegaron. AMLO diría: reunión de
machuchones y señoritingo, pero más allá de lo chusco la realidad es que estos
empresarios ya decidieron por quién votar. Curiosamente, no hubo fuerzas
federales, menos militares, en los alrededores, acaso dos camionetitas de la
policía local.
Adentro, se podía apreciar entre los asistentes a las
jovencitas y mujeres entalladas que suelen estar en los eventos del candidato
del PRI a la Presidencia y que lo único que buscan es que las vean y una foto.La que los representó a todos fue Patricia Guerrero, presidenta de Equipos Inoxidables del Norte. Que aunque están acostumbrados a la adversidad, dijo, los laguneros la sufren por todas partes: inseguridad, economía nada favorable, sequía.
Peña se aventó un largo discurso carente de emoción. Casi como leyera sus compromisos publicados en internet, claro, siempre y cuando voten por él. Poco más de 20 minutos, sin mencionar ni una sola vez la palabra “narco”, y ya estaba afuera. Los ricos y personalidades se habrán quedado con las ganas de hablar, de contarle el terror de vivir (o haber vivido, ya muchos se habrán ido) en la Comarca Lagunera.
Sin embargo, de acuerdo a fuentes cercanas, Peña prefirió recorrer instalaciones de una vitivinícola. Seguramente a la misma hora, jóvenes de la agrupación Movimiento Territorial, del PRI, se volcaban rumbo al mitin que el candidato encabezaría en Expo Feria Gómez Palacio. Tres muertos. Éste sería el tercer accidente rumbo a masivos del aspirante priista después del que protagonizaron indígenas en Chiapas y petroleros en Campeche, y en el cual hubo un muerto.
Peña llegó más tarde a la Expo Feria Gómez Palacio, un jacalón al que quién sabe cómo los organizadores metieron casi 15 mil asistentes, la mayoría jóvenes, muchos de ellos aún sin edad de votar. El acarreo, a cargo del PRI estatal y a través de decenas de autobuses y camionetas, les salió a pedir de boca. Por ahí anduvo y se escurrió Baltazar Hinojosa, ex colaborador de Tomás Yarrington y coordinador actualmente de la Circunscripción 1 de la campaña peñista.
El candidato canturreó las porras de las miles de jovencitas
que agitaban globos como si viesen a un artista de la tele, que lo es. Incluso,
Peña coreó su propio nombre, en tanto La Gaviota lo dejó hacer y contempló con
sonrisa estática.
Que faltan 30 días para la elección, dijo; qué éste es el
momento decisivo y que las cosas no pasan solas. El candidato apremiaba. Sabe
que en algunas encuestas gana, que en otras no la tiene fácil. Pareciera que la
etapa “ahora o nunca” ha empezado. Los acarreados, que no sociedad civil,
gritan y les truenan los globos en las manos.
Afuera, mientras tanto, presuntos perredistas identificados
como universitarios se enfrentaron a puras porras y botes de agua con
simpatizantes priistas. El altercado no pasó a mayores.
En el jacalón, pese al ruido ensordecedor de la multitud muy
joven que parecía no escuchar sus promesas sino el énfasis de sus palabras,
Peña gritó, sudó y se le hinchó el cuello: “¡cerrar filas y a paso firme!”,
exhortó. Al final, casi como de protocolo, envió un pésame por los chicos
muertos en el accidente y afirmó que, en su memoria, se ganaría la elección.
Vaya consuelo.Después de que muchos acarreados ya se habían ido a los autobuses, como le pasa ya con frecuencia en los eventos, el candidato se fue como llegó: de pronto, entre gritos. Dijeron que en la calle la gente se le atravesaba a la camioneta y que se bajó a acariciar al bebé de un fanático que lo miraba como a un dios.
Y como si fuese algo divino, o montado, a su partida la misteriosa lluvia lagunera cubrió de nuevo la ciudad que, ayer, hoy y después de las elecciones, parece seguirá siendo víctima de la violencia más cruenta en su historia, sin que nadie le diga cuándo llegará a su fin mas que puras palabras huecas, porosas. Como de tierra.