domingo

'¡Esta es la encuesta!'


19 de abril

En la que viene a ser la primera gran marcha organizada desde redes sociales en México, los jóvenes enfocaron sus baterías contra un solo objetivo: Enrique Peña Nieto y el PRI

DF.- Los primeros en llegar hacia las nueve de la mañana al Zócalo son Georgina Flores y Fermín Hernández, el primero dedicado a cortometrajes, ella estudiante en la UAM. Llegaron porque alguien les dijo que lo hicieran, que la Marcha AntiPeña iba a estar “bien chida”.
Los chicos, que miran aburridos a un grupo teatral de la Luz del Mundo, que grita algo parecido a que la desobediencia también es amor, y a un grupo que defiende los derechos del actor Rogelio Guerra, están sentados bajo la bandera gigante.

“Vamos a ver de qué se trata esto, porque ni votar tengo pensado”, sonríe el chico y Georgina parece no escucharle. Otro chavo del Estado de México dirá que en Tecámac, su municipio, los priistas están pagando mil pesos por voto, que su padre fue golpeado por ellos al volantear en su contra y que a él le ofrecían 10 mil pesos por que su grupo de rock tocara en sus eventos. Se negó.

A la sombra del asta inmensa comienzan a formarse los recién llegados. Todos traen horas distintas de la cita. Desvelados, comienzan a mirar hacia todas partes y, a excepción del ruido de los carros, la música del organillero de Catedral Jonathan Iglesias, a quien acompaña su padre, Alberto, era lo único armonioso en aquella mañana que prometía sol a plomo. Este hombre, experto en artes gráficas y vecino del Estado de México, dice que “ni madres” que va a votar por Enrique Peña Nieto. El PRD, el PAN. El que sea.

“Tremendos baches, vieran como están. Qué voy a votar por él”.
En torno al asta van congregándose cada vez más. Unos toman la iniciativa de empezar a dictar medidas de seguridad: en caso de provocaciones, no responder y sí sentarse en el suelo para evidenciar a los que agreden. Los de la voz tienen que repetir las instrucciones varias veces porque los que venden” sombreros mágicos” y “películas clonadas” pegan de gritos en torno suyo.

“Nuestro voto no vale una despensa”, grita un apasionado orador. “Nuestro voto representa el futuro de México”, Aplauso. Otro dice que hay que participar en los comicios yendo a cada casilla y tomando fotos de todo lo anómalo que se descubra. David Silva, trabajador de Mexicana, aprovecha la presencia del grupo para hablar de la problemática de la aerolínea. Los chavos, al final, le aplauden.

Comienzan los primeros gritos que volarán sobre el contingente: “¡Ni un voto al PRI, ni un voto al PRI!”. Ya hay una multitud importante, los del SME se mantienen a lo lejos, aunque lanzando sonoros cuetes al aire, y en eso llega el vocero del CEN del PAN, Raúl Reinoso, y junto a otros despliegan la manta “Las raterías del PRI y Peña Nieto llevarían a México al despeñadero”. Aunque ellos eran los de las camisetas Peña No Cumple y la misma leyenda en acrílicos, dicen venir “como ciudadanos”, aunque no representan una cantidad importante de los asistentes. La mayoría son de la UNAM, Poli, Ibero, UAM y otras instituciones. Del PRD, ni sus luces. Quizá la orden de no intromisión fue clara.

Contrario a los acarreados albiazules, los chavos terminan sus mantas y cartulinas en la plancha del Zócalo con frases ingeniosas: “Apaga la tele, abre los ojos”, “Peña Nieto: los que leemos no te queremos”, “EPN: la tele es tuya, pero las calles son nuestras” y “Vine por mis huevos, no vine por mi torta”. Otras de plano son bastante soeces contra el aspirante presidencial y, muchas más, contra Televisa. Algunos meten cuanta causa se les viene a la mente: Atenco, Campo Algodonero, feminicidios en el Estado de México.

En un santiamén, el puñado de asistentes se convierte en miles y cubre casi la totalidad de la plaza. Tras ponerse de acuerdo cómo avanzar, la muchedumbre empieza su camino hacia las 12:30 por Madero, luego Cárdenas, enseguida Hidalgo y, más adelante, Reforma. La meta es El Ángel.

Conmueve ver a un chico a lo largo de la marcha con un libro abierto en lo alto: “Trece Cuentos Escogidos”, de Edgar Allan Poe. No da su nombre, sí su razón: “Yo sí leo. Aquí todos leemos”. De hecho.

El contingente provoca una simpatía inmediata. Los carros, detenidos a la espera de su paso, los apoyan con su claxon, con gritos y brazos en lo alto. Un grupo de charros que desfila a caballo en sentido contrario a la marcha se detiene y hace que sus animales hagan cabriolas. En tanto, los camiones de carga resoplan sus potentes cláxones, también en apoyo. Los asistentes les gritan “¡Únanse!” a los que les expresan apoyos y les toman fotos con celulares. Muchos así lo hacen y otros ya llevaban rato esperando en los distintos cruceros para integrarse a la masa que lleva, en cantidades industriales y hechizas, máscaras de Carlos Salinas y copetes a la manera del candidato priista.

“Son puros muchachos”, le dice sorprendido un viejo al que parece es su esposa.

“Ay, qué bueno. El Peña ése no me da confianza”, dice la mujer. “¨No dejen que regrese el PRI!”.

Pasa a su lado Gabriela García, quien en silla de ruedas participa en la marcha.
“Yo tengo memoria, por eso estoy aquí”, afirma, alegre. “No quiero que el PRI vuelva”.

Los gritos “¡Ni un voto al PRI!” y “¡Fuera Peña!” son los más repetidos entre estos jóvenes que, en primera instancia, no aparentan ser acarreados. De hecho, no se conocen entre sí, llegan en pequeños grupos de varias partes y no saben qué va a pasar en El Ángel.
Éste es el momento en que Paseo de la Reforma está cubierto de manifestaciones. Son ya las 14:00 horas y, las cifras oficiales, serán de casi 50 mil asistentes. Todos en edad de votar. Muchos, ya se ha dicho, por primera vez en su vida.

“¡La prole te saluda, Peñaaa!”, grita uno y todos silban una mentada de madre al sol del DF. “¡La revolución jamás será televisada!”, agregan otros. Al grito de “¡Fuera Peña!”, algunos mencionan los nombres de Josefina y Quadri, pero esta no es la tarde de ellos.

Los vendedores canturrean sus ofertas al paso de los manifestantes: “¡Refrescos y tostachos para que aguanten la marcha!”, pero en ese momento, en el entrecruzamiento de cantos, uno impera: “¡Hay que estudiar, hay que estudiar, porque el que no estudie como Peña va a acabar!”. También, que las encuestas y las televisoras mienten.

Los jóvenes, como en alfombra kilométrica y colorida, van rodeando al fin El Ángel. Un letrero encierra la gran paradoja del tiempo actual en el país: “Pobre México: tan cerca de las elecciones y tan lejos de la democracia”. Las vivas hacia la Ibero, origen del rechazo hacia Peña, son constantes, lo mismo que la de “¡Poli-UNAM juntos vencerán!”. No faltan las porras típicas de estas casas de estudios.

Desde El Ángel, Paseo de la Reforma se ve lleno. Los chavos, que por primera vez en México desde una trinchera virtual se convocan a sí mismos y se reúnen en miles, corean antes las cámaras y micrófonos: “¡Esta es la encuesta!” y “¡Aún estamos a tiempo: fuera Peña Nieto!”. Es difícil no sentir una emoción intensa ante la convicción y entusiasmo de estos jóvenes, sobre todo cuando se ponen a saltar y hacen vibrar el piso: “¡El que no brinque es Peña, el que no brinque es Peña!”.

Carlos Fuentes, recientemente fallecido, es ahora un icono estudiantil. Por todos lados están sus palabras hacia la ignorancia de Peña. “¡Si Fuentes viviera con nosotros estuviera!”, exclaman. Inédito. Al otro lado, una pantalla gigante transmite imágenes, por cierto de la vituperada Televisa, sobre Tlatelolco y Atenco. Los operadores dicen que no saben quién les pago. Unos ahí presentes dicen que fue el PAN, que por más que intenta capitalizar el evento no luce en la marcha y sí incumplió en respetar el carácter ciudadano de la manifestación. Fue el único partido en hacerlo.
Pasan los minutos. Los chavos no paran de caminar en torno al Ángel y de saltar y gritar. Luego, comen fritos y frutas y beben aguas. Fuman. Están contentos. En general, dicen, todo ha salido mejor de lo que pensaron.

“Esto es el inicio, nada más el inicio”, comenta Pablo Flores, estudiante de la UNAM. Sus compañeros celebran la frase.

No hay líderes, sin embargo. No hay oradores. Todo es cántico y consigna. Pasan los minutos, los chavos se miran unos a otros y Juan Carlos, de la UNAM, le pregunta a un amigo de la Ibero qué sigue.

“¿Cómo que qué, güey? ¡No votes!”, dice y se carcajea.

El muchacho se lo piensa un poco y no despega la mirada de sus compañeros de medicina, reunidos a la sombra de un árbol, celebrando este día de consignas en tenis y mezclilla.

“No, sí voy a votar”, responde Juan Carlos.

“¡Por Peña no!”, grita su amigo.

“¡Claro que no!”, responde el unamita, ofendido.
Hacia la tarde, El Ángel brilla igual que todos los días, las quinceañeras posan en sus escalinatas y los estudiantes se reúnen en cafés y restaurantes cercanos. Excitados, celebran su éxito. También, discuten sus tareas, sus trabajos en equipo.

Vuelven, pues, a su normalidad. Por ahora.