domingo

Gritos y lecciones patrias

25 de mayo
 

DF.- Apenas así. Enrique Peña Nieto llegó muy confiado al segundo piso del Hotel St Regis, donde tendría lugar un encuentro a puerta cerrada con un puñado de representantes de universidades que participaron en la iniciativa Proyecto de Nación, organizado por la revista Líderes, Santander y Universia.
El aspirante presidencial venía muy seguro tras su participación por la mañana en la edición 30 del Consejo Político Nacional de su partido. Más tarde dirá que se mostró “muy duro” con sus correligionarios al pedirles honestidad, transparencia y eficacia.

Antes de su arribo al hotel, la seguridad estaba a todo lo que daba. Arcos detectores, dos revisiones de bolsos, seguridad por aquí por allá. A unos empleados del hotel de plano les ordenaron que pusieran cadenas en las puertas que daban al balcón del segundo piso. No fuera a ser.
Ahí, en un escenario, sentaditos lo esperaban alumnos de la Universidad Autónoma del Edomex, del Claustro de Sor Juana, de la Universidad de Guadalajara y de La Salle, entre otras. Peña saludó con serenidad a los organizadores del evento, que en unos meses recabaron mil 800 propuestas para candidatos presidenciales. Faltan Andrés Manuel López Obrador y Gabriel Quadri. Josefina Vázquez Mota ya fue.

Empezó el evento. Lo que Peña quizá no esperaba era el mensaje de Julio César Ruiz Santos, estudiante de mercadotecnia y negocios internacionales de la Universidad Autónoma de Yucatán, quien inició diciendo que la sociedad civil tiene mayor responsabilidad que el propio gobierno.
"Como yo, muchos otros jóvenes no han decidido por quién votarán, y es que bien lo dice Denise Dresser: 'encontrar la fruta menos podrida es una labor complicada, sobre todo si ya estás hastiado de tanta podredumbre'", señaló.

El priista le dio presuroso un trago a una botella de agua cuando el chico dijo que hoy se vive una era en la que nada debe callarse y que la sociedad mexicana se ha puesto en pie en los últimos meses.
"México no necesita un Presidente: México necesita un líder, un nuevo prócer, extraordinario”, aseveró el chico, “alguien dispuesto a sacrificar los beneficios y los de su partido en pos de la Nación que todos merecemos, con capacidad para conciliar diferencias ideológicas, neutralizar sus propios defectos y renovar la estructura político-social y económica de la nación".

Con buena dicción y énfasis, el joven  dijo que México necesita líderes como Thatcher, Lincoln, o más de lo que en vida representaron Clouthier o Colosio, pero que tiene funcionarios públicos disfuncionales, gobernantes que no saben más que gobernar, sociedades personalistas.
Julio César afirmó que quien gane, tendrá que luchar contra sí mismo, contra sus temores, tentaciones y presiones, y tendrá una vez la grandiosa oportunidad de ser el líder que México necesita, y tal vez, por primera vez en mucho tiempo México habrá encontrado al humanitario que esperaba.

"Porque hasta de las semillas de la fruta más podrida puede brotar un gran árbol", dijo el chico al parafrasear de nuevo a Dresser, crítica de Peña.
El candidato aplaudió con sonrisa congelada y recibió del muchacho las mil 800 propuestas. Ya en el uso de la palabra, el priista mencionó que la juventud es para él la voz del presente y que quiere dar la cara a la sociedad mexicana, pero en particular a los jóvenes.

Palabras que, en buena onda, como dicen los chavos, poco o nada dicen. Lo que el candidato quizá no supo fue que esos muchachos dijeron después que están de acuerdo con las recientes marchas estudiantiles.
Tras la comida organizada por Líderes, en los que de manera gris expuso promesas de campaña y en la que no faltaron los salivosos que se pusieron de pie para aplaudir ante planteamientos como que sólo el PRI puede sacar las reformas o que sólo los agremiados del SNTE decidirán sobre Elba Esther, salida del St Regis y el lugar común de sus últimos días: gritos. Una veintena de peatones que se percataron de su presencia le gritaron “¡fuera!”, “¡títere!” y “¡es un honor estar con Obrador!”.

Sin dar señales de que se hubiera percatado de la improvisada protesta, Peña abordó una camioneta y se fue por Paseo de la Reforma en medio de su aparato de seguridad.
Apenas a unas cuadras del sitio en que, un domingo, casi 50 mil jóvenes gritaron con todas sus fuerzas “¡Fuera Peña!”.